miércoles, 3 de junio de 2015

Kafkiano



Esa mañana, Gregorio Samsa despertó sobresaltado: emociones encontradas ocupaban su mente. Era un hecho que Max Brod había faltado a su palabra, pero también que gracias a su deslealtad, él —Gregorio Samsa—, su familia y tantos personajes más lograron escapar del olvido al que habían sido condenados. «Lo siento, Franz, de verdad lo siento», chirrió con sinceridad, y continuó con su difícil papel de convertirse en insecto cada vez que alguien abriera el libro.

2 comentarios:

Guillermo Castillo dijo...

A Max, como a todo lector, sufren especial transformación. Buen texto.

Guillermo Castillo dijo...

A Max, como a todo lector, sufren especial transformación. Buen texto.